De las cuatro cuerdas emergen notas,
que arranca el arco en pleno frenesí,
y en crescendo las fibras de mi espíritu,
comienzan a latir.
Una rosa —roja pasión—se posa,
como un beso en su pecho zahorí,
y entonces todo vibra, todo siente,
de uno a otro confín.
Entonces la fragancia y la armonía,
la bella y el sonido en su raíz,
se muestran en un cuadro primoroso:
la rosa y el violín.