La luna resplandeciente allá arriba
exhibe una noche tranquila y diáfana
mientras mi pensamiento vuela libre
a las hondas entrañas.
Horas de largos silencios, silencios
de las ignotas regiones del alma,
ideas que se pierden en la sima
tan profunda y extraña.
Ladridos de los perros a la luna,
pajarillos que entonan su garganta,
un mirlo que recita su poema,
su canto, su balada.
Las hojas más altas del viejo chopo
se asoman al filo de mi ventana,
en un intento por besar el cielo,
ávido de nostalgia.
La habitación está quieta y vacía
con la sola respiración cansada
y el reflejo de unas luces que anuncia
la tibia madrugada.
El chopo está triste porque no sabe
si un día abrazará la nube blanca,
mas todos los días se estira un poco,
se yergue, se levanta…