Dieciocho de junio

Dieciocho de junio.
Yo quisiera
—como quiere la madre al hijo—,
para esta ocasión un himno,
donde cada sílaba un suspiro,
cada palabra un libro,
cada verso un cántico de amor.

Pero la realidad,
tan a menudo dura y fría,
ha roto ya la fantasía
de aquella chiquilla encantada
con sus zapatitos de cristal.

No hay princesa,
no hay media naranja,
no existe la otra mitad;
no hay camino,
tampoco existe el camino,
porque se hace camino al andar.

Dieciocho de junio.
Hoy nada termina,
todo es inicio, un desafío,
un horizonte eterno,
«compañero, compañera,
qué bueno sentir tu aliento,
mientras por el desierto quema el sol».

La vida es una contienda
y el cielo que enamora
a veces se vuelve turbio;
«pero yo quiero que tú sepas,
compañera, compañero,
que cuando no veas más
que sombras a lo lejos,
y sientas que el mundo
se te hace estrechamente pequeño,
yo estaré allí, detrás de ti,
para darte calor, para ser tu ambición;
yo estaré allí, detrás de ti,
cuando todo esté ya dicho,
para ver cómo se deslizan implacables
las manecillas del reloj».

Obra, Poemas varios

20 junio, 2016

Sin comentarios

    Facebook del Ruiseñor RSS del Ruiseñor